"Como culebras sobre la ardiente arena de tu vientre”.
Cuando la luna por la noche sale a rodar
la lluvia mojada sobre el río húmedo
se recuesta gris sobre mi mirada,
arrellanada en un borde helado del invierno.
Mis dedos polutos entonces se animan
a coger tu recuerdo,
como a un crucifijo
paso previo de arrodillarnos a orar.
Ninguna lágrima entonces
evita que mi aliento como un caracol
se enrosque dentro de mi cráneo vacío,
asustado por la realidad con forma de martillo.
Me embriago entonces
y me vuelco nuevamente sobre ese cuadro:
"jirones de carne erectos sisean
como culebras sobre la ardiente arena de tu vientre".